¿Quién cuida a les que cuidan?

–¿Acaso son tóxicas las personas que atienden en los testeos?-

Casi dos años de pandemia y un virus que afectó a todos, ¿por igual? La idea de que esta situación podía ser igualadora y, a la vez, poner al descubierto ciertas injusticias cayó por tierra al poco tiempo que comenzó esta película de ciencia ficción. Fueron los sectores más vulnerables y el personal de salud quienes sufrieron más pérdidas, pero también les que tuvieron que enfrentarse a la situación desde un principio, cuando no había vacunas ni conocimiento sobre el tema. Guardias, inexistencia de vacaciones, molestias por los equipos de protección, sobreexigencias, cambio de tareas, son solo algunos de los aspectos que sufre el personal al día de hoy.

No se trata sin embargo de víctimas y victimarios, sino de roles y funciones específicas de nuestra sociedad. Cuando prendemos la televisión o abrimos una red social solemos ver alguna situación de maltrato al personal de salud. La pregunta es: ¿son esos trabajadores y trabajadoras, saturados de tareas y exigencias, responsables? La responsabilidad, en una de sus definiciones, tiene que ver con la capacidad de responder ante una situación, lo cual se dificulta si los recursos necesarios no están. A su vez, vale aclarar que muchas veces hablamos de vulnerabilidad económica: contratos cortos, precarizados, sobre todo cuando se trata de aquellos trabajadores encargados de realizar los test.

¿Podemos pensar cuáles son las condiciones de época que arroja a algunes a pelearse con quienes en realidad, por la situación que nos toca atravesar, deberíamos escuchar y valorar? En el Discurso Capitalista, precisa Lacan, cae el lugar del Amo clásico. Las asimetrías que imperaban (médico-paciente,maestro-estudiante, jefe-trabajador) pierden fuerza, pero no por ello se consigue una relación simétrica, sino justamente el rechazo a cualquier tipo de lazo. Los grandes relatos organizadores de la sociedad son desplazados, ya sea el discurso científico (un gran ejemplo de esto es la película de Netflix No miren arriba, donde el millonario le quita el lugar a los protagonistas) o el discurso religioso (con el permanente descubrimiento de los abusos en sus instituciones). Por lo tanto, también cae el lugar de saber que poseían estas personas.
“Sé tu propio jefe” o la idea de que ser un gran empresario depende solo del esfuerzo es lo que Smail describió como “voluntarismo mágico”; todo depende de uno mismo, la otra cara de la moneda de la falta de lazo y comunidad. Son las nuevas formas precarias de trabajo y subjetividad que se generan.

No estamos lejos de las ideas vinculadas a las “personas tóxicas”, desligadas de toda reflexión acerca de la relación construida, la situación, el contexto. Lewkowicz lo plantea en estos términos: el sujeto deja de ser ciudadano y pasa a ser consumidor. Lamentablemente, no lo tenemos para que piense junto a nosotres los tiempos vertiginosos actuales; él siempre se interrogó sobre qué era lo que unía a una sociedad, qué era lo que le daba sentido a la tarea que a cada une le toca desde su lugar de trabajador y ciudadano. “¿Qué es lo que hace que un conjunto de personas sea un pueblo?”. No se pueden poner a las personas por sobre la sociedad, ni a la sociedad por sobre las personas. Se necesita de los individuos pero, a la vez, de un discurso que unifique, de una “Ficción”. En su momento algo de esto pudimos ubicar: poner a los médicos como héroes, después la llegada de las vacunas, quizás ahora sea el mundial, pero siempre se necesita de esa fuerza unificadora para ser un pueblo.

Sin embargo, algunos discursos parecen buscar desarmar lo social y se apropian de la palabra libertad para defender intereses de sectores concentrados o directamente fascistas. Hemos visto diversas acciones: decir que las vacunas eran veneno, quejarse de todo tipo de restricción y hacer movilizaciones con una pandemia que recién comenzaba. Desarmar lo social siempre tiene un trasfondo, en general, tiene que ver con darle más lugar al mercado, que vamos a decir tiene una sola regla: acumular. En la pandemia las 70 personas más millonarias del mundo hicieron crecer su fortuna en un 70%, mientras al resto de la población se le hacía complicado seguir trabajando. Al mismo tiempo, pudimos ver cómo las empresas aprovechaban para reducir el presupuesto en infraestructura y derivarlo a cada persona en particular.

Pero el punto crucial al que se dirige esta reflexión es la Salud, que también tiene determinantes sociales, económicos y políticos. Desde una perspectiva integral es pensada como un proceso: salud-enfermedad-cuidado, enfatizando la diferencia entre cuidado y atención, más ligada a un servicio privado. El cuidado requiere de relaciones simétricas entre los agentes del campo de la salud y la población. Requiere de la participación y la participación de la implicación. Es decir, –y volviendo a lo que nos unifica– saberse parte de un fenómeno de la Salud, que más que nunca nos tiene como parte responsable. El personal de Salud recibe innumerable cantidad de casos del virus con la mayor replicación de la historia (OMS): ¿son esas personas responsables de la lentitud en los testeos? No es necesario pensar mucho la respuesta.

Volver a pensarnos ciudadanos, parte de un proceso de salud-enfermedad-cuidado, quizás nos ayude a organizar el caos y aportar desde cada lugar. La queja no es lo mismo que la protesta y, en todo caso, quienes tienen que disponer de más recursos no están al frente de los testeos arriesgando la vida. La toxicidad, quizá la palabra del momento para describir lo que no nos gusta, no permite mirarnos antes de mirar al otre. Sabernos incompletos y con nuestras propias imposibilidades habilita el registro del otro. Ulloa, psicólogo argentino y militante por los derechos humanos, pensaba a la ternura como lo primario, como algo que funda al sujeto a partir de un lenguaje del cuerpo (gracias a la madre o al padre o a quien cumpla esa función). La ternura es la primera institución que abre la puerta al resto, sería bueno recuperarla.

La Salud como derecho universal es una de las conquistas más valiosas en América Latina y otras partes del mundo. Querer obtener un aprendizaje de la pandemia puede ser tomado por algunos como una conducta maníaca, pero, ¿podemos imaginarnos cómo nos la hubiéramos arreglado en una pandemia sin el aparato del Estado? “Alguien en el mundo piensa en mí” escribió en una de sus canciones Charly Garcia. Percatarse de que en principio debemos ser pensados para luego poder pensar lo que nos piensa es otra de las condiciones necesarias para vivir en sociedad. Lewkowicz dice que es la condición para la existencia de un “nosotros”, para alejarnos de la soledad, de la unidad tan remachada en estos tiempos. El Estado debe ser habitado por esos “nosotros”, para encontrar fuerzas, nuevas metas, más solidaridad y menos violencia.

…la ternura como lo primario, como algo que funda al sujeto a partir de un lenguaje del cuerpo (gracias a la madre o al padre o a quien cumpla esa función). La ternura es la primera institución que abre la puerta al resto, sería bueno recuperarla.

Francisco Luaces es la autora de la nota.
Luna Zaballa es la editora de la nota

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