“Las historias queer son siempre necesarias”, asegura Jennifer Beals en una nota para Página 12, haciendo referencia a la importancia de contar otras historias, no para la comunidad queer en sí, sino justamente para cambiar el paradigma de quienes no están dentro de ella. Pienso, entonces, en The L World, una serie televisiva estadounidense que fue transmitida desde el 2004 al 2009 por Showtime y significó la representación de mujeres lesbianas, trans y bisexuales que, en ese entonces, no abundaban en las pantallas norteamericanas.
En el primer capítulo, doble y dedicado a la presentación de sus protagonistas, dos de ellas, Tina y Bette, que llevan varios años en pareja, están esperando el resultado del test de ovulación de Tina. Da positivo y se dirigen a la clínica para realizar la inseminación artificial. Sin embargo, los espermatozoides no tienen la movilidad adecuada, por lo que deben descartarlo y continuar con la búsqueda de un nuevo donante. Cuando se reúnen con sus amigas en el bar de una de ellas, “The Planet”, manifiestan que no debe ser tan complicado. Sin embargo, a medida que transcurre el capítulo, la dificultad se hace notoria y exhaustiva al igual que su búsqueda. Los prejuicios de los posibles donantes en torno a la decisión de ampliar su familia siempre siguen una misma línea de discriminación y subestimación hacia las protagonistas.

Los personajes crecen y, al igual que las situaciones a su alrededor, se van complejizando con las temporadas. La serie cuenta con seis en total, con entre 12 y 13 episodios cada una, y una continuación “The L World, generación Q”. Es digno de celebrar que, teniendo en cuenta el planteo de Jennifer, son otras las situaciones que se presentan, los vínculos, las formas de relacionarse y, por sobre todo, que les protagonistas están lejos de reforzar estructuras binarias. ¿A qué me refiero con binarismo? A la construcción basada en la división de los seres humanos exclusivamente en hombres y mujeres, categorías determinadas según genitales al nacer, y que, además, trae a la presunción de la heterosexualidad de la mano. La complicidad machista y dicotómica nos inunda por completo, lo hace en todos los espacios, y las series no suelen ser la excepción.
“¿Qué lleva a la sociedad y a las personas a defender con tanta convicción esta idea del binarismo? Quizá esta pregunta implica la necesidad de realizar un proceso introspectivo que nos puede llevar a darnos cuenta de que algunos de nuestros valores, opiniones, etc. no los hemos elegido, ni son fruto del razonamiento, sino que nos vienen impuestos, están implícitos en la sociedad y terminan convirtiéndose en una verdad absoluta. Con todo ello, no nos damos la oportunidad de generar nuevas incertidumbres y vivencias que abran el espectro social en favor al reconocimiento de todo el mundo independientemente de su sexo, de su identidad, de su orientación o de su expresión”. (Miren Zuazua, psicóloga).
Las herramientas para cuestionarnos la forma en la que queremos o no llevar nuestra vida y pensar nuestra identidad se encuentran limitadas por la heteronorma.
Sobre esta idea de “lo normal” -que deviene de “norma”- hay que poner atención, cuestionar los conceptos que se presentan como reglados e inmodificables y que nos atraviesan por completo. Asumir el binarismo como una representación correcta y única cierra puertas y libertades. Las herramientas para cuestionarnos la forma en la que queremos o no llevar nuestra vida y pensar nuestra identidad – la cual no viene asignada desde el nacimiento, sino que se construye- se encuentran limitadas por la heteronorma.
“El género se vive, pero para la sociedad es muy importante marcarlo. Partimos de la base de que la ESI (Educación Sexual Integral) no se aplica. Hay como un chip que es binario: desde que nacemos, si es nena, le ponen aritos; si es varón, le regalan una pelota”. Wan aseguró que no se trata de “levantarse una mañana y nombrar algo que el sistema te dice que no existe. Es una práctica, indagar con une misme, encontrarse”.[2]
Son todas decisiones, desde las que consideramos inofensivas hasta las más relevantes, pero que en definitiva, empiezan desde elegir qué serie mirar.
A raíz de esto, invito a reflexionar y a darnos cuenta de que a las estructuras que refuerzan el binarismo las encontramos en cada parte de nuestra vida. Desde nuestro lugar tenemos que detectarlas y politizarlas, repensar cada espacio, nuestros vínculos, consumos, el lenguaje, el deseo. Son todas decisiones, desde las que consideramos indiferentes hasta las que entendemos más relevantes. Y, en definitiva, empiezan por elegir qué serie mirar.