A Starosta, El Idiota – Pescado Rabioso (1973)
Hace ya varias décadas que los géneros musicales se entremezclan con la cultura popular. La música no es una manifestación artística más de tantas, sino que de ella se desprenden cientos de identidades sociales e individuales sujetas a un momento histórico. Se nutre, se relaciona de manera simbiótica con su ambiente, vibra al compás de las sensaciones y emociones de todxs. Hoy, la música se constituye como una expresión cultural que logra disputar el sentido común y legitimidad de sujetos, colectivos, sectores de poder y hasta incluso instituciones políticas gubernamentales.
El momento de mayor conexión entre música y sociedad aparece en la década de los ‘60; la efervescencia política y militante de la época se expresa en la música de protesta y el folklore. El rock no era interpretado como un género revolucionario, pero tenía la mirada puesta en la juventud, en el futuro.
El momento de mayor conexión entre música y sociedad aparece en la década de los ‘60; la efervescencia política y militante de la época se expresa en la música de protesta y el folklore. El rock no era interpretado como un género revolucionario, pero tenía la mirada puesta en la juventud, en el futuro. La lucha antiimperialista era imposible ante la Invasión Británica y su Respuesta Estadounidense, The Beatles o The Doors. Sin embargo, el año 1973, marcado por la vuelta a la democracia, dio inicio al vínculo entre este género y la política nacional; año en el que la juventud y su fuerza transformadora se rebela en el mundo del rock con códigos propios de las organizaciones políticas y armadas.
Los Dinosaurios – Charly García (1983)
Largos años de dictadura militar, desapariciones, represiones y censura azotaron al país. La Guerra de Malvinas marcó un punto de inflexión en la historia musical: la música en inglés fue censurada y canciones como “Solo le pido a Dios” fueron consideradas de interés nacional. Las radios debían buscar artistas argentines para emitir y el rock, así, fue haciéndose su lugar. El sentimiento nacionalista instalado por el conflicto bélico implicó una valorización de nuestro rock por sobre géneros extranjeros, lo volvió más accesible, directo y bailable. Les artistas utilizaron la oportunidad para denostar el accionar del gobierno militar con canciones -que años atrás no habrían tenido un carácter político- como Los Dinosaurios (1983). Desde entonces, la suspicacia y la sutileza semántica viajaba hacia el público, pero no a los oídos sordos de los militares .
En épocas de una débil institución gubernamental, devastada por crisis sociales y políticas, aparece una respuesta colectiva de libertad emocional en la música. Cuando suena en un piano o guitarra “Alicia en el país” escuchamos que la introducción arranca con el cruce de un mismo acorde presentado de dos maneras, tanto en La mayor como en La suspendido en segunda, generando cierta atmósfera de suspenso. El resto de la canción juega con acordes mayores, menores y aumentadas que suenan “felices”, “tristes” y “misteriosos” provocando una sensación de esperanza que nos atraviesa todo el cuerpo.
Se Viene – Bersuit Vergarabat (1998)
Durante los años de recuperación democrática, la cultura musical vivió un resurgimiento de los espacios públicos, hecho bisagra para el rock nacional. Las grietas de la dictadura y la vuelta de artistas al país contribuyó a la proliferación de géneros que se diferenciaban de sus antecesores. Los Abuelos de la Nada, Virus, Soda Stereo, Sumo y Patricio Rey, entre otras, fueron algunas de las caras visibles de este nuevo movimiento durante la “primavera democrática”. “Fuimos a algo más visceral, algo que entrara por los pies y por el cuerpo más que por la cabeza» explica Daniel Meligno. Esta generación, sin renunciar a la crítica social y política, proponía ritmos bailables en lugar de la trova de las canciones de protesta, con presentaciones performáticas y una visión marcada por el individualismo comercial.
En contraste con los tiempos de Malvinas, el rock chabón surge, para la juventud, como una forma de expresión que constituye una resistencia política y una crítica al sistema.
Posteriormente, la crisis económica y la hiperinflación dieron inicio a una era política marcada por la meritocracia, la masificación y la comercialización que sentó las bases para nuevas propuestas contrahegemónicas como el “rock chabón”. En éste se inscribía la queja de quienes sufrieron el ocaso del mundo fabril y la presencia estatal, el agotamiento de las perspectivas de movilidad social basadas en la educación y el trabajo, de aquelles que se sentían excluides en un país cada vez menos suyo. En los 90’ se enmarcó, también, la aparición de las nuevas tecnologías que facilitó el proceso de producción, consumo y reproducción de la música, pero en un mapa económico que excluye socialmente a lxs jóvenes. En contraste con los tiempos de Malvinas, el rock chabón surge, para la juventud, como una forma de expresión que constituye una resistencia política y una crítica al sistema. El tema “Se viene” ha pasado a ser escuchado como premonitorio; sobre una base simple pero con una guitarra eléctrica que suena nerviosa, a contratiempo, sumando unos pocos sonidos percusivos que irrumpen aleatoriamente, inicia así: ¨Se viene el estallido / se viene el estallido /de tu gobierno / de mi guitarra / también¨.
Imposible – Callejeros (2003)
La bronca popular dentro del universo del rock cuestionaba la autonomía frente al proceso de crisis político-institucional que estaba a punto de estallar. El pogo simbolizaba una gran auto-celebración: para el rock, todo seguía igual de bien. El crecimiento de la cultura musical, desde sellos discográficos hasta el nacimiento de radios como FM Mega (98.3) fue proporcional a la caída del gobierno de la Alianza. Este mismo fue la cara de ese estallido social del 2001 que tanto había sido enunciado por las bandas. La referencia al “no se aguanta más”, que remite al “no se banca más” de Serú Girán (1979), mostraba lo aguantado por la juventud que había resistido las medidas económicas del neoliberalismo y desencadenado la anunciada rebelión popular.
El incendio de Cromañón en 2004 significó un duro golpe que marcó el declive progresivo del rock chabón iniciado en los 90’. Desde ese momento, se acrecentaron las críticas -internas y externas- a este subgénero popular, acusando a su expresión de rebeldía de ser síntoma y, por ende, responsable de las muertes y la tragedia. Diferentes artistas consideraron estos dichos una “venganza de clase”, ya que iban dirigidas a un género masivo y popular.
No Vendo Trap – Duki (2016)
Las visualizaciones y reproducciones en diferentes plataformas, como Youtube y Spotify, indican que entre las cincuenta canciones más escuchadas se destacan el reggaetón, el rap y el trap. Sin embargo, son los últimos dos los que dieron un gran salto en los últimos años. En ambos figuran las marcas históricas del proyecto neoliberal, pero también la resistencia a éste. Pese a las importantes diferencias discursivas, existe un rasgo común que atraviesa a los dos: la juventud de sus exponentes y oyentes. Trueno caracterizó vagamente esta etapa de la vida como “la cara del rock & roll” en una entrevista que le hizo el Bebe Contempomi a raíz de la canción Sangría, que produjo junto a Wos. Resulta claro que en cada ruptura generacional, pensando en las estructuras sociales previas, la constante siempre es la juventud, aunque no siempre los discursos sean homogéneos y frecuentemente arrastren aspectos de la cultura dominante.
Trueno caracterizó vagamente esta etapa de la vida como “la cara del rock & roll” en una entrevista que le hizo el Bebe Contempomi a raíz de la canción Sangría, que produjo junto a Wos. Resulta claro que en cada ruptura generacional, pensando en las estructuras sociales previas, la constante siempre es la juventud, aunque no siempre los discursos sean homogéneos y frecuentemente arrastren aspectos de la cultura dominante.
En el caso del rap, ya venía tomando envión en todo el país a través de las “batallas de gallos” organizadas en plazas y escenarios cuando aún estaba fresco el estreno de 8 Mile. La cultura hip hop era acotada y solo una minoría conocía a Frescolate, campeón de la Red Bull en 2005. Año tras año la audiencia se fue acrecentando, comenzó a alentar y tener preferencias entre los competidores. Estos eventos se hicieron virales en las redes, a tal punto que permitieron a varios de sus participantes pasar de improvisar en Parque Rivadavia a tocar sus canciones frente a públicos enormes en el Hipódromo de Palermo. En medio de este proceso surge algo desconocido para una gran mayoría, un género musical que venía cruzando océanos e iba fusionándose en otros
continentes.
Sangría – Trueno y Wos (2020)
El trap nace en los Estados Unidos de los años ‘90 y sus letras hacen referencia a la realidad cotidiana de los trap house, sitios que frecuentan dealers, proxenetas y traficantes de armas. Lo fundamental de su contenido es que introduce el discurso “egotrip” que, en resumidas cuentas, remite al camino hacia la cima material y/o simbólica por mérito propio, además de la competencia y la comparación con une otre “inferior”. Pese a que existe un debate acerca de si esta música es un subgénero del rap o no, lo cierto es que en Argentina explota en el año 2016 a partir de exponentes raperos como Duki y se potencia con la integración de otres artistas con trayectorias diferentes, como Cazzu. Claro que ya se escuchaba al norteamericano Gucci Mane o al grupo español Pxxr Gvng (hoy Los Santos), pero no estaba difundido masivamente ni era un fenómeno comercial que sonaba en publicidades de compañías de telecomunicaciones.
Al tiempo que las políticas regresivas del macrismo ya surtían efectos muy visibles sobre la distribución de la riqueza, Wos sacaba sencillos con mensajes muy claros contra el neoliberalismo. Las canciones “Protocolo” y “Púrpura” abrieron una grieta cultural en la música juvenil, que ya existía como espejo de la coyuntura, pero que se hizo explícita con frases como “Entiendo que no sepan qué expresar. Si están viviendo mierda ¿qué mierda van a contar?”. Esto no era un “beef” específico (enfrentamiento entre raperos), sino una protesta más profunda hacia expresiones meritocráticas y totalmente indiferentes a las desigualdades existentes. Hablar solo sobre consumir drogas que las élites esconden en su intimidad para aparentar pulcritud no es suficiente para hacer frente al status quo.
Si están viviendo mierda ¿qué mierda van a contar?”. Esto no era un “beef” específico (enfrentamiento entre raperos), sino una protesta más profunda hacia expresiones meritocráticas y totalmente indiferentes a las desigualdades existentes. Hablar solo sobre consumir drogas que las élites esconden en su intimidad para aparentar pulcritud no es suficiente para hacer frente al status quo.
El rock n’ roll es una respuesta colectiva dentro del mundo musical que enfrenta al orden social del momento. Se expresa como una voz que nace de la juventud y lleva banderas que van más allá de la música en sí. Cuando se produce malestar social, ésta funciona como campo de batalla, y hoy tanto el trap como el rap pueden contener rock. Sin embargo, se abre una disyuntiva: ¿es la música una expresión cultural espejo de la disputa ideológica que se produce en el interior de la sociedad, pero que no determina la construcción de poder? ¿O bien puede lograr constituir sentido común e imponerse dentro del mapa político como resultado del conflicto presente?