Hace unas semanas, en todos los portales de noticias aparecía la modelo Nicole Neumann, que concentraba el foco de atención de los medios por haber dado positivo en el examen de coronavirus. En declaraciones públicas, la modelo contó que se realizó el hisopado luego de que su empleada doméstica amaneciera sin olfato, síntoma compatible con el COVID-19, revelando que ésta fue trasladada a un centro de aislamiento y que ella, por su parte, luego de realizarse el hisopado se quedó en su casa junto a sus hijas.
Los distintos comentarios a través de las redes sociales no se hicieron esperar; algunas opiniones decían que el relato de la modelo dejaba vislumbrar cierta culpabilización hacia la empleada por el contagio, otres hacían referencia a que el trabajo doméstico es una actividad que aún no cuenta con autorización y, finalmente, había quienes señalaban un tema no menor: la mujer se encontraba trabajando en forma precarizada. Más allá del trato mediático que se le dio al caso, mi interés no es hablar acerca de Nicole Neumann, sino del detrás de escena de la noticia, la situación que atraviesan las trabajadoras de casas particulares en un contexto de pandemia.
Si bien la crisis provocada por la pandemia del COVID-19 tiene un fuerte impacto en la sociedad en general, existen grupos de trabajadores que se ven especialmente afectados; uno de ellos es el de las trabajadoras de casas particulares. Quisiera aclarar una cuestión que parece parte del sentido común, pero a veces genera confusiones, como hemos visto en los medios de comunicación en estos días: ¿a quiénes comprende el trabajo doméstico o trabajo en casas particulares?
Si bien la crisis provocada por la pandemia del COVID-19 tiene un fuerte impacto en la sociedad en general, existen grupos de trabajadores que se ven especialmente afectados; uno de ellos es el de las trabajadoras de casas particulares. Quisiera aclarar una cuestión que parece parte del sentido común, pero a veces genera confusiones, como hemos visto en los medios de comunicación en estos días: ¿a quiénes comprende el trabajo doméstico o trabajo en casas particulares?
La ley argentina que regula este sector define que “el trabajo en casas particulares comprende toda prestación de servicios o ejecución de tareas de limpieza, de mantenimiento u otras actividades típicas del hogar. Se entenderá como tales también a la asistencia personal y acompañamiento prestados a los miembros de la familia o a quienes convivan en el mismo domicilio con el empleador, así como el cuidado no terapéutico de personas enfermas o con discapacidad”[1].
Por ende, tenemos dos grupos de trabajadoras domésticas: aquellas que realizan tareas de cuidado de personas y que continúan trabajando a pesar de las medidas de aislamiento social (el Gobierno las declaró actividad esencial) y, por otro lado, las que realizan tareas domésticas generales de limpieza, lavado, planchado, cocina, etc., quienes deben cumplir con las medidas obligatorias. Por su parte, sus empleadores deben garantizar el derecho de las trabajadoras a permanecer en sus casas con goce de sueldo. De esto surgen otros interrogantes, ¿qué pasa con esas medidas? ¿Se están cumpliendo? ¿A quiénes afecta su no cumplimiento?
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad en nuestro país hay cerca de 1.4 millones de trabajadoras domésticas. Esta fuerza de trabajo representa el 5.6% del empleo, el 17.4% de las mujeres ocupadas. Las cifras muestran la importancia de esta ocupación para el empleo femenino, así como la feminización del sector: casi la totalidad de quienes desarrollan esta actividad son mujeres, el 99.3%.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad[2], en nuestro país hay cerca de 1.4 millones de trabajadoras domésticas. Esta fuerza de trabajo representa el 5.6% del empleo y el 17.4% de las mujeres ocupadas. Las cifras muestran la importancia de esta actividad, así como la feminización de la misma: casi la totalidad de quienes la desarrollan son mujeres, el 99.3%. A esto se suma que el 44% de las trabajadoras son jefas de hogar, un 87% tiene a cargo menores de 18 años, de les cuales el 31% tiene hijes menores de 5. Esta es la doble carga de cuidado a la que se enfrentan las trabajadoras domésticas, que combinan las tareas remuneradas con las que no lo son.
El trabajo en casas particulares se realiza bajo ciertas reglas laborales que ubican a las empleadas en un lugar de mayor exposición al contagio. Por ejemplo, en el caso de las trabajadoras que se desempeñan con retiro, lo común es que lo hagan en múltiples casas, lo que potencia el riesgo debido a los traslados entre hogares y a que las medidas de protección dependen de cada empleadore.
Por otro lado, quienes realizan tareas de asistencia y cuidado de personas -declaradas como actividad esencial- asumen una carga extraordinaria; ante el cierre de centros de cuidado, muchas familias tienen mayor demanda de estos servicios. A la vez, sus salarios en general son más bajos que el promedio: casi la totalidad se sitúa por debajo del percentil 25 en la distribución de ingresos laborales del país. Si retomamos lo señalado antes (que las trabajadoras suelen ser el sustento principal de sus hogares), la situación las deja en un lugar de vulnerabilidad ante cualquier reducción de sus ingresos. El perfil sociodemográfico de las trabajadoras domésticas muestra la fragilidad en la que se encuentran, que se potencia a la hora de enfrentar la crisis del COVID-19 y evidencia la urgencia de contar con medidas que ofrezcan protección adecuada, especialmente en este contexto.
El perfil sociodemográfico de las trabajadoras domésticas muestra la fragilidad en la que se encuentran, que se potencia a la hora de enfrentar la crisis del COVID-19 y evidencia la urgencia de contar con medidas que ofrezcan protección adecuada, especialmente en este contexto.
Otro dato no menor es que si bien hubo un enorme avance en relación a la normativa que protege sus derechos, menos de una de cada cuatro se encuentra registrada. La tasa de no registro es del 77%, un factor que puede considerarse crucial y que explica la vulnerabilidad a la que se enfrentan las trabajadoras domésticas ante la crisis del COVID-19. En nuestro país, ésta llegó en un contexto nacional marcado por la agonía económica, donde el mercado laboral ya atravesaba una situación complicada antes de la emergencia sanitaria, marcada por la informalidad laboral. Se trata de una precariedad que aqueja en su mayor parte a ciertos grupos que, además, se ven particularmente perjudicados por el impacto de la pandemia.
Si bien el Gobierno fue implementando medidas que entendemos van en una orientación acertada, existen una serie de cuestiones a las que sería fundamental prestar atención. A partir de la sanción de la ley 26.844 del año 2013, que regula al sector y reconoce derechos fundamentales para las trabajadoras domésticas, existe un alto impacto de la informalidad, que deja expuestas a las trabajadoras ante la discrecionalidad de sus empleadores. Esto se ve, por ejemplo, en el respeto del aislamiento obligatorio. ¿Es posible establecer mecanismos sistematizados de control de cumplimiento de los derechos de las trabajadoras de casas particulares? ¿Cuáles son las dificultades de establecer estos mecanismos?
La tasa de no registro es del 77%, un factor que puede considerarse crucial y que explica la vulnerabilidad a la que se enfrentan las trabajadoras domésticas ante la crisis del COVID-19.
Hay un tema en el que quisiera insistir: como muestran los datos, casi la totalidad de las empleadas domésticas son mujeres. Un elevado porcentaje de ellas son el principal sostén económico del hogar, con menores a cargo, con doble o triple carga de tareas de cuidado sobre sus espaldas. Estas son las fotos repetidas de una realidad desigual, y –siempre- más aún para las mujeres.
[1] Ley N° 26. 844 “Régimen especial de contrato de trabajo para personal de casas particulares”. Promulgada en abril de 2013.
[2] Encuesta sobre las Condiciones de empleo, Trabajo y Salud de Trabajadoras Domésticas de Casas Particulares. ECETSS. 2018.
Esto fue hace tiempo y sin embargo parece ya estar todo perdonado para nicole neumann… que verguenza!
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