Educación sexual para descubrir
Anticonceptivos para disfrutar
Aborto legal para decidir
Somos cuerpos que sangran. Nuestra biología predeterminada nos obliga a sangrar una vez cada 28 días; algunes sangramos cada 20, otres cada 30. Muches sangramos un montón, otres muy poquito. Nos puede llegar a venir por 3 días o por 5 o, si tenés mucha mala suerte, estás una semana menstruando. Somos cuerpos que sangran. Nos viene en el colectivo, en la facultad o en la escuela, en el trabajo, unos días antes de vernos con la persona que nos gusta – ¿por qué a mí? – nos viene cuando dormimos o cuando hacemos ejercicio. En fin, nos viene en cualquier momento y en cualquier lugar, sin pedir permiso. Pero, ¿qué hacer cuando decide no aparecer?
3 días de atraso: ¿alguien puede por favor pensar en la ESI?
El 22 de marzo del 2020 -cuarentena de por medio- le escribí un mensaje a una amiga: “No me viene, me tendría que haber venido pero no pasa” y me contestó “ley de atracción boluda, ni pienses en eso”. No entiendo por qué me respondió así si sabe que quemarme el bocho pensando es de mi tareas predilectas, pero esta vez decidí darle la razón y elegí creer que pronto aparecería.
Aún con todos esos privilegios, no tuvimos acceso a un derecho fundamental: nuestra querida ESI.
Cuando tuve mis primeras experiencias sexuales, mi mamá decidió que lo mejor era ir a la ginecóloga porque entendía que solo una profesional me iba poder enseñar bien como “cuidarme”. Siempre tuve muy en claro que lo único que no quería contraer era una ITS (infección de transmisión sexual), sabía que de alguna forma “lo del bebé” se podía solucionar. Siempre tuve acceso a una prepaga, a médicos y especialistas de cartilla, nunca fui a un hospital público… pero aún así a los 18 años no sabía ni cómo el varón se tenía que poner un preservativo ni cómo tomar un blíster de pastillas anticonceptivas. En el colegio no tuve educación sexual integral en ninguno de los niveles; una institución privada, bilingüe y católica. Aun con todos esos privilegios de clase, no tuvimos acceso a un derecho fundamental: nuestra querida ESI.
5 días de atraso: cuarentena y privacidad, asuntos separados.
Me desperté y lo primero que hice fue sacarme la bombacha para ver si por lo menos había alguna intención de mi cuerpo en querer sangrar, pero no. Mi útero tampoco dolía. Nunca había estado tantos días sin menstruar. Le escribí a otra amiga, me recomendó hacerme un test para estar más tranquila y agregó que para ella era normal que a veces se atrase un poco. ¿Hacerme un test? No iba a hacer ni la primera ni la última vez en que lo haga, pero la única farmacia que tengo está a quince cuadras. Tenía que pedirles “permiso” a mis viejes para poder salir y no quería atenerme a sus miles de preguntas del estilo: “¿Para qué querés ir a la farmacia? ¿No preferís que vaya yo? ¿Qué querés comprar?”. Qué paja contestar todo eso.
Una vez más decidí callar, porque ante una situación así el silencio sigue siendo nuestro mejor aliado.
La cuarentena nos quita la posibilidad de tener privacidad, de estar soles -sí, les hablo a ustedes, jóvenes adultes que aún viven con sus xadres – de no tener que compartir todo lo que nos pasa y lo que no con personas que querés mucho, pero hay partes de tu vida que preferís no contarles. No tenía ganas de contarles a mi mamá y a mi papá que estaba con un atraso de cinco días, ni que quería ir a la farmacia para comprarme un test; entendía que si lo hacía, mil preguntas incómodas iban a dispararse sobre mí como lanzas. Siempre fui una persona de muchísima privacidad en el terreno de lo sexual, con mis xadres y con mis amigues, no me gusta contar nada. El sexo, que para muches ya dejó de ser tabú, en mi mundo lo sigue siendo. Una vez más decidí callar, porque ante una situación así el silencio sigue siendo nuestro mejor aliado.
12 días de atraso: no quiero ningún feto ingeniero.
Durante el transcurso del día, fui al baño cada una hora. La rutina era siempre la misma: sacarme la bombacha y mirar. Ver la nada, porque no existía tal sangre. No había comentado nada en casa todavía, solo a mis amigas más cercanas, y tampoco había podido hacerme el test. Me acosté en la cama y empecé a googlear: “¿cómo hacer un aborto con pastillas?” “12 días de atraso posibilidad embarazo” “misoprostol farmacia”. El buscador me arrojó una oferta enorme de páginas para visitar. Si ya abortar es un problema para nosotres en nuestra “normalidad”, abortar en cuarentena es un hecho casi imposible. Si antes era clandestino, ahora lo es todavía más. Pensé en todo eso, pero no llegaba a la frase correcta para expresarlo, hasta que finalmente la encontré: quienes decimos o deseamos abortar en cuarentena vivimos una doble clandestinidad.
Quienes decimos o deseamos abortar en cuarentena vivimos una doble clandestinidad
¿Cómo me practicó un aborto si tengo que pedir permiso para ir a la farmacia? ¿Cómo lo hago, si no quiero contarles a mis viejes, si sé que cuando salga al exterior el policía me va a preguntar adónde voy? Pero de algo estaba, estoy y estaré muy segura: no quiero ser madre a los veintis.
20 días de atraso: como dijo Tusam, puede fallar.
Entré a esa aplicación que nos avisa cuándo vamos a menstruar y también cuándo estamos en nuestra “semana fértil”. Una de las etiquetas dice “altas posibilidades de quedar embarazada”. Lloré. Odié mi cuerpo, mi genitalidad, todos los métodos anticonceptivos existentes. Odie a todo varón hetero cis con el que estuve alguna vez. Odié al Estado, quien dice ser garante de derechos, pero que aun así nos priva de elegir y disfrutar de nuestra sexualidad sin miedo.
Esta vez, mi angustia se vio reflejada en mí. Mi mamá se dio cuenta y preguntó; no me quedó otra que contestar esas preguntas, todas y cada una de ellas. Lo loco es que jamás me preguntó por el varón. Nunca preguntan.
Odié al Estado, quien dice ser garante de derechos, pero que aun así nos priva de elegir y disfrutar de nuestra sexualidad sin miedo.
Una de la consignas de la campaña por la legalización del aborto nos habla de “anticonceptivos para no abortar”. ¿No abortar? ¿Pero si tomo anticonceptivos y fallan? ¿Y si el preservativo se rompió y el varón eyaculó adentro? ¿También tengo derecho a abortar? Yo me cuidé -o eso creí-.
Día 22 de atraso: ¿dos rayitas? ¿una rayita?
Mi mamá ideó un plan para que pueda salir sin que mi viejo se entere. Llegué a la farmacia y fui derechito hacia esa góndola de “cuidado femenino”. Nunca supe bien cuál comprar, había muchas variedades, me sentía abrumada. Me acerqué a la caja con una suerte de incomodidad latente, buscando una mirada cómplice por parte de la cajera, algo así como “uf boluda, que paja este test”. Terminé de pagar y lo puse en mochila, bien escondido, como si estuviera cometiendo una ilegalidad. Camino a casa, una amiga me mandaba una nota de voz: “Cuando te lo estés haciendo, avisame y te llamo, vayamos hablando”. De otra me llegó un mensaje “Che, Cami, tranquila, todo va a tener solución”. Me sentía acompañada, no me faltaba más nada.
Tomé mucha agua. Leí las instrucciones 20 veces. Hice pis, poquito. ¿Habrá sido suficiente? Saqué el test, vi como se marcaba una rayita (¡VAMOS, CARAJO!) pero a los minutos…se marcaba otra, borrosa, por la mitad. Confusión. Volví a leer las instrucciones. Una rayita = negativo, dos rayitas = positivo. Pero esto era un gris, ni blanco ni negro, ni dos ni una. Una raya bien marcada…y la otra, vaya a saber qué quiere decirme.
Salí del baño, le escribí a las pibas. No me quedaba otra, tenía que esperar. ¿Esperar? Claro, a menstruar, o a que se termine este tiempo de encierro y poder hacer una consulta, (todavía parecía que la cuarentena se levantaba en breve). A una clínica en esta situación no iba a acercarme ni por casualidad. No me esperaba una “dulce espera”, sino una dark espera.
Día 45 de atraso. Sí, 45: amigo date cuenta.
Durante los días posteriores a realizarme el test, me di cuenta de algo: las únicas presentes en este momento de mi vida eran mujeres. ¿Qué conveniente, no? ¿Alguna vez tu vínculo o pareja te preguntó “che, este mes te vino”? Si no lo hizo es porque simplemente no es algo que lleve a anotado en su agenda un varón hetero cis lleno de privilegios. “Varones no registrando situaciones”, una remera que diga. Nosotres siempre avisando, ellos nunca preguntando. “Che boludo, la próxima no esperes a que yo te avise, porque seguro que si yo no digo nada, vos ni vas a preguntar, eh!”.
La responsabilidad del varón importa y mucho, claro, pero al final siempre quedamos nosotras acompañando o poniendo el cuerpo. Siempre somos nosotras.
La responsabilidad del varón importa y mucho, claro, pero al final siempre quedamos nosotras acompañando o poniendo el cuerpo. Siempre somos nosotras.
Las pibas siempre presentes.
Volviendo a las pibas. Nos quisieron callar, no lo lograron. Quieren que no abortemos, vamos a seguir abortando, es una realidad. Nos quisieron separadas, peleadas y en competencia permanente. Nuestra red está más viva que nunca, no hay cuarentena ni distanciamiento social que lo cambie.
Nuestra red está más viva que nunca, no hay cuarentena ni distanciamiento social que lo cambie.
Escribo esta crónica el día que se cumplen dos años de la media sanción en Diputades de la ILE. Con los ojos llorosos la termino, porque me reencuentro revisando todos los chats con mis amigas de aquellos días. Hoy solo elijo atarme al recuerdo de ellas, mujeres increíbles, que me cuidaron, protegieron y acompañaron en lo que fue ese momento. A ellas, a las Mairas, las Agustinas, las Palomas, las doctoras Dolores, las Carolinas, las mamás que entienden, a todas: gracias.
Las quiero, muchísimo. Las abrazo.